Esta vez me encuentro escribiendo desde un aeropuerto. Me parece que para este blog, el marco es el indicado. Veo los aviones ir y venir, tal cual me vienen y van pensamientos a la cabeza. Algunos del estos pensamientos sé de donde vienen, algunos no. Tampoco sé a dónde me llevarán algunos de ellos. Me siento un aeropuerto yo, lleno de sentimientos encontrados.
Creo que no hace falta aclarar que siempre sobre pienso las cosas. Si bien estoy mejor, sigue siendo mi mayor falencia (en mi opinión). Por esto, este año decidí hacer un cambio. En vez de tomarme la vida como me tomo una copa de vino: despacio, charlando, sobre analizando, voy a tratar de tomármela como se toma un shot de tequila: de un golpe y sin pensarlo.
Con esta nueva idea, que ya venía meditando hace tiempo, terminé el año pasado. Y ahí fue que conocí a una persona que me movió todo en muy poco tiempo. El Fermín de siempre, el super precavido, el que tiene miedos y dudas, hubiera evitado engancharse. Era lo más lógico, sobre todo con el viaje a Argentina tan presente. Este nuevo Fermín que aspiro a llegar a ser, decidió, contra todo pronóstico, jugársela.
Quiero decir que me dejé llevar, dije ‘que sea lo que dios quiera.’ La verdad, la pasé tan bien, me sentí tan cómodo, que dije, quizás tuve razón en una vez jugármela. Y así es como hoy me encuentro en este aeropuerto, porque la vine a ver, porque me animé hasta a eso, algo que no hubiera hecho nunca.
No tenía expectativas, no sabía que podía pasar si venía. Lamentablemente esta historia no termina como me hubiera gustado, pero cuando la tristeza embarca, y aterriza la alegría, veo que en muy poco tiempo crecí un montón, aprendí muchísimo y me siento orgulloso.
La alegría se despide, y se baja del avión la melancolía, y entiendo que ahora las cosas cambian para siempre, toca sufrir un poco, estar triste. Nunca me gustaron esos sentimientos, pero hoy los acepto. Hace mucho tiempo nadie me hacía sentir así. No sabía que todavía tenía todo esto adentro, no sabía que todavía podía sentir así.
Vienen las dudas y la frustración, la esperanza y la alegría, los sentimientos me siguen volando para todos lados. Veo las postales en el kiosco y me doy cuenta de que esta experiencia va a ser una de las postales más lindas de mi vida. En muy poco tiempo fui feliz, ayer tuve un día perfecto.
Creo que lo escrito tiene un tono agridulce (que irónico pensar esa palabra, sabiendo que no te gusta mezclar lo dulce con lo salado), y es así. Leo y re leo lo que ya escribí y pienso que no tiene sentido, que voy de un lado a otro. Y quizás esta historia ni merece ser contada, no es de esas de película. Pero a mí esta historia, como el avión que se me va, me hizo volar. Esta historia me hizo volver a soñar.